ÉTICA DEL CIUDADANO
- Jessy A.
- 22 jul 2019
- 2 Min. de lectura
Todos los ciudadanos somos miembros plenos de una comunidad política; en tanto tales somos sujetos de derechos individuales, civiles, políticos y sociales. Una comunidad política debería pues poder compartir algunos valores básicos universales. Siguiendo a Agnes Heller podrían determinarse esos valores como sigue: la justicia es un valor intrínseco a las instituciones, como la cosa común que es buena para todos porque la justicia es el valor que posibilita el de la libertad y el de la vida. La igualdad, por su parte, es un valor condicional porque permite la igualdad de oportunidades de vida para todos y la igual libertad para todos. Finalmente, el valor de la racionalidad comunicativa es un valor procedimental que permite la discusión racional que una sociedad democrática se debe a sí misma sobre qué sea lo justo. Como sujetos morales, podemos encarnar esos valores cívicos en nuestras propias vidas como ciudadanos, conciliando así lo personal con lo público. A. Heller enumera estas virtudes; se refiere a: la tolerancia radical, es decir, el reconocimiento de todas las formas de vida y de todas las necesidades humanas; la valentía cívica, entendida como la capacidad de alzar la voz por una causa y por los que no pueden acceder a la palabra; la solidaridad activa con los grupos más desfavorecidos que sufren alguna forma de violencia u opresión - la indiferencia es también una violencia- por parte de las instituciones; el juicio justo, valorativo pero objetivo y sereno; la disponibilidad a la comunicación racional que nos obliga a exponer nuestros argumentos y escuchar los de los demás y buscar acuerdos en torno a las normas más justas; y la prudencia, es decir, el conocimiento crítico de las normas y la aplicación de las mismas a los casos que se nos presentan y a las decisiones que tomamos.

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